La luna estaba llena y lucía brillante con el reflejo del sol que ya se había ocultado, lanzando uno de sus rayos dentro de la habitación donde se encontraba. Escribía en su ordenador, palabras desordenadas que carecían de sentido alguno, pero necesitaba soltarlas en algún lugar que fuera a recordar, quien sabe en un futuro si esas palabras servirían para algo o para nada.
Era un sábado, fuera no le interesa nada más, que el reflejo de la luna que entraba en su habitación, era lo que más le gustaba de la noche, la luna, con ella jamás se sentía sola. No tenía con quien quedar ni a tomar un café, soledad lo llamaban, ella no tenía tiempo ni ganas de ponerse a conocer gente, toda la que había conocido anteriormente resulto ser un fiasco, solo le quedaba un mejor amigo, pero estaba lejos y parecía que no quería saber nada más de ella. No confiaba en nadie más que en ella misma, se lo juró después de que la última persona en la que confió le falló y le abandonó.
De repente un mensaje misterioso llegó a su móvil por Whatsapp de un móvil que no tenía registrado “ ¿Sales? Hace una noche estupenda, la luna está llena y preciosa como tú.” Diana no quería perder el tiempo en tonterías y menos en responder, así que lo eliminó y siguió releyendo las palabras aleatorias que había escrito anteriormente. Cuando volvió a llegar el mismo mensaje, que eliminó al momento sin pararse a leerlo.
Al rato volvió a llegar sin parar el mismo mensaje una y otra vez, hasta que Diana harta apagó el móvil. Cuando le empezaron a llegar notificaciones en todas sus redes sociales de un anónimo diciéndole “si no me crees, asómate”. Harta de la tontería, se levantó y se acercó a la ventana, aunque seguía pensando que era una tontería. Miró al cielo, a la luna, sí que estaba preciosa, pero ella no era tan bella, ni hermosa, ni tan siquiera era persona en ese momento, tenía ojeras, llevaba noches sin poder dormir, pasando el tiempo leyendo y escribiendo sin parar. Tenía que entregar un trabajo en una semana y no tenía ni idea de como empezar a escribirlo, así que decidió empezar por escribir palabras aleatorias sobre el tema que tenía que hablar y luego ya vería como las iría hilando, pero ese texto le estaba quitando parte de la vida y salud, días sin dormir, casi sin alimentarse y bebiendo café en cantidades industriales. Bajó la vista de la luna y miró hacia la calle, pudo ver en una esquina en la sombra la silueta de una persona, encendió el móvil que llevaba con ella y pudo leer “ves, está preciosa como tú” Diana se armó de valor y respondió con varias preguntas “¿Quién eres? ¿Cómo has conseguido este número? ¿nos conocemos?” no recibió respuesta, pero sí recibió otro mensaje “baja, miremos la luna juntos y entonces sabrás quien soy” ella replicó “no estoy en condiciones de salir a la calle, además tengo mucho trabajo por delante” el móvil sonó una vez más “si no bajas ese trabajo se quedará sin escribir y tu sin saber quien soy”.
Diana que ya se había cansado del jueguecito decidió seguirle la corriente, respondió con un simple “esta bien, ahora bajo” no se preocupaba por su vida ni por nada, en realidad estaba en un punto en su vida en que pasaba de todo, fuera lo que fuese esa persona, un asesino o un psicópata o una persona loca, le daba igual, bajó para decirle que parara de molestarla o eso mismo pensaba ella mientras bajaba muy mosqueada y confusa al mismo tiempo.
Al llegar abajo vio como la sombra se iba, echó a correr para alcanzarle, pero no pudo, desapareció. “No estoy para jueguecitos, te lo advierto si vas a estar así desaparezco y no me volverás a ver ni te volveré a hablar, seas quien seas me da igual, tengo un trabajo que realizar y tu me estás haciendo perder un valioso tiempo que podría invertir en terminarlo” “Sígueme” replicó con una voz grave la sombra. “oh tan valiente para mandar mensajitos, pero no para dar la cara, genial, vale te sigo, pero si vas a matarme puedes hacerlo ya, me da igual” “ja, ja, ja” río secamente la sombra “jamás podría matar tal belleza, como jamás podría destruir la luna” respondió esa voz, que Diana no era capaz de reconocer de nadie que conociera.
Le siguió sin rechistar sin decir nada, aunque le diera la luz, aquél cuerpo era sombra, era una persona vestida de negro de pies a la cabeza, irreconocible por Diana.
Pasaron por donde había un carrusel y éste empezó a ponerse en marcha según ella pasó, se sobresaltó porque es raro que a esas horas hubiera alguien para activarlo, pero tampoco le dio mucha más importancia. Llegó a una zona que parecía una feria, había varios tiovivos, norias, montañas rusas, pasajes del terror y saltamontes, entre otros que no fue capaz de identificar al estar apagados. La sombra seguía guiándola hasta el centro del cuando se percató que al final había una carpa gigante, de un circo que no recordaba haber visto anunciarse en ningún sitio, parada en el centro como si estuviera colocada en una diana imaginaria se encendieron unos focos que la cegaron, no podía ver nada alrededor más que luz. Cerró los ojos y dijo, “muéstrate ahora o regresaré por donde he venido” “está bien” escuchó como si las palabras fueran un suspiro de rendimiento, “aquí me tienes, ¡buh!” y no llegó a verle cuando Diana cayó al instante al suelo, dormida.
Cuando al fin volvió a despertar un rayo de sol le daba en la cara cuando se dio cuenta que ya era de día, se levantó rápidamente, aún estaba vestida, pero no tenía claro si todo fue un sueño o si fue real, así que agarró su mochila y salió corriendo de casa a repetir el mismo recorrido que hizo, o no, anoche. Repasó todo paso a paso y cuando llegó a una plaza enorme que era el mismo lugar que había el carrusel que se puso en marcha se topó con un sobre negro que recogió, abrió y leyó “sigue el camino”. Extrañada y curiosa más que asustada avanzó su camino, no había nada, ni norias, ni montañas rusas, ni pasajes del terror, ni nada que hiciera recordar que ahí hubo una feria hace nada.
Llegó al lugar donde ella recuerda que cayó dormida y había un sobre rojo, lo abrió y leyó “demasiado tarde, la luna ya no está, perdiste la ocasión” empezó a dar vueltas no entendía nada, miraba alrededor no había nadie, nada, ni el canto de un pájaro todo estaba en completo silencio y gritó “¡se que estás, asómate, por favor, necesito saber que fue real, que existes!” “y existo” replicó alguien detrás de ella, se quedó petrificada, respiró hondo, se armó de valor y se giró despacito, pareció durar una eternidad ese giro, cuando vio al que fue su alma gemela, que le abandonó por irse a un país lejano para trabajar en lo que él más deseaba, la música. Se lanzó a abrazarlo cuando todo se desvaneció con el sonido de su móvil que la despertó de un sueño profundo de horas y recibió una noticia horrible, su amigo, ese que le abandonó por irse fuera con un grupo que le contrató para actuar con ellos, con el que estaba soñando en ese momento, que estuvo a punto de abrazar hace un momento, había fallecido en un accidente. Soltó el teléfono que cayó sobre el suelo y ella se dejó caer en la cama en la que se encontraba y empezó a llorar desconsolada, era la única persona que le quedaba en el mundo, en su mundo.